expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>

Se me fue la inspiración.

No escribí, por desaliento, porque no tenía de qué o simplemente no podía, no quería. No les voy a mentir. Sólo que no me llegaba la inspiración, un desgarre mental tratando de pensar en que podía escribir, y tanto esfuerzo de nada servía. Ni siquiera me he metido al computador, sólo guardo mis ideas en mi cabeza, para que nadie los pueda ver, ni borrar o al menos burlar o tal vez plagiar; pero ese tal vez se vuelve infinito y decido quedarme la noche pensando en que escribir y al final no lo hago.

Pasan los segundos, los minutos y las horas. ¿De que pensar? Esa es mi duda ahora, porque aveces me siento con tanta inspiración que no puedo ni respirar, pero otras veces se va, se aleja y me deja. Me quedo mirando un punto fijamente, pero la verdad es que ya no me importa, nada. Lo que más me preocupa o tal vez me hace que suden las manos es hablar sobre ti, pero es inevitable no hacerlo. Que desgracia que gran parte se fuera quemando en medio de leña y fuego. Tal vez las alegrías vienen cuando estamos sin nadie alrededor, solo risas y miradas cruzadas. Los ojos me pesan como bultos llenos de café. Sólo se me viene ese olor de la madrugada, donde todo es más fresco, gris, y frío. Olor a pan nuevo y café amargo.

Y ahora que las calles están grises por que no hablar de eso.
Seguir tapándome y sentirme angustiada sobre que he tocado, que he respirado o al menos en que he amanecido. Sin darme cuenta el día era frío como los demás no había nada diferente, pero al llegar, ese rumor ya se había expandido, yo no entendía, pero al mirar el piso, había ceniza por todos lados. Demás que esa ceniza sólo hace parte de todos los recuerdos que hay entre nosotros, de esos recuerdos sepultados que por fin tenían que volar. Tantos recuerdos sepultados al fin son libres y están en todas partes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.